Teaching Philosophy

As an educator, my primary goal is to foster the development of musicians who are proficient in their craft, while also promoting balanced professional and personal growth. Before our first lesson, I seek to engage in a dialogue about their interests and what they aim to achieve during their time in my studio so we can design a lesson plan tailored to their specific needs.

Throughout our lessons, I aim to instill an understanding of how a composer, arranger, and orchestrator thinks. The foundation of composing music is the continuous act of decision-making, from overarching aspects, such as the length of the piece, to minute details, like choosing what instrument will play a countermelody. What helps most on each “fork in the road” is having clarity on the desired effect or feeling a particular passage should evoke.

With each concept I present, we study past masters who implemented these methods effectively. The objective is to emulate and apply these learned concepts through hands-on exercises and in the context of their own works. Furthermore, I help students cultivate their unique artistic voice by encouraging them to experiment with combining the variety of concepts and practices they learned in novel ways.

I also emphasize the importance of overcoming the fear of not being original. When a student expresses those concerns, I remind them (and myself) of a quote by Elizabeth Gilbert: “It might have been done before, but it hasn’t been done by you.”

Another lesson I try to instill in my students is to let go of the fear of making mistakes. As composers and arrangers, we learn the most when we write for real-life musicians and receive constructive feedback about not only what works, but also what may be challenging to execute. One of the biggest lessons is to be able to create music that considers the practical limitations of every instrument, but also of the specific performer and ensemble.

Filosofía Educativa

Como educador, mi objetivo principal es fomentar el desarrollo de músicos que sean competentes en su oficio, a la vez que promuevo un crecimiento profesional y personal equilibrado. Antes de nuestra primera clase, busco entablar un diálogo sobre sus intereses y lo que esperan lograr durante su tiempo en mi estudio, para así diseñar un plan de clases adaptado a sus necesidades específicas.

A lo largo de nuestras clases, busco inculcar un entendimiento de cómo piensa un compositor, arreglista y orquestador. La base de la composición musical es el acto continuo de toma de decisiones, desde aspectos generales, como la longitud de la pieza, hasta detalles minuciosos, como elegir qué instrumento tocará un contramelodía. Lo que más ayuda en cada "desvío en el camino" es tener claridad sobre el efecto deseado o la sensación que debería evocar un pasaje en particular.

Con cada concepto que presento, estudiamos a los maestros del pasado que implementaron estos métodos de manera efectiva. El objetivo es emular y aplicar estos conceptos aprendidos a través de ejercicios prácticos y en el contexto de sus propias obras. Además, ayudo a los estudiantes a cultivar su voz artística única alentándolos a experimentar combinando la variedad de conceptos y prácticas que han aprendido de formas novedosas.

También enfatizo la importancia de superar el miedo a no ser original. Cuando un estudiante expresa esas preocupaciones, les recuerdo (y me recuerdo a mí mismo) una cita de Elizabeth Gilbert: "Puede que se haya hecho antes, pero no se ha hecho por ti".

Otra lección que intento inculcar en mis estudiantes es dejar ir el miedo a cometer errores. Como compositores y arreglistas, aprendemos más cuando escribimos para músicos de la vida real y recibimos crítica constructiva no solo sobre lo que funciona, sino también sobre lo que puede ser desafiante de ejecutar. Una de las lecciones más grandes es poder crear música que tenga en cuenta las limitaciones prácticas de cada instrumento, pero también del intérprete y del conjunto específico.